Querida infancia

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Como cada día lo primero que hago al levantarme es subir la persiana y abrir la ventana. El canto de los pájaros es la primera melodía que oigo antes de poner mi música a todo volumen.

Al salir a la terraza el aire de la mañana recorre mi rostro. Que sensación tan agradable. Los rayos del sol asoman entre algunas de las nubes que cubren el cielo. Y ahí me quedó unos segundos, parada, disfrutando de ese pequeño instante y cogiendo fuerzas para afrontar un nuevo día.

La bolsa del pan cuelga de la puerta de la calle. El panadero pasa bien temprano para dejar el pan a cada vecino del pueblo.

El olor a comida invade todo el ambiente. No se exactamente de que casa proviene, pero es indiscutible que alguien está cocinando puchero.

El murmullo de los niños que pasan para el colegio se escucha desde casa. Pronto serán las 9 y el timbre tocará como señal del cierre de la puerta.

En unas horas la barriada se quedará triste y vacía.

Los niños y niñas han dejado de jugar a la pelota. La comba y el elástico han pasado de moda, y las canicas han caído de sus bolsillos. Ahora se esconden detrás de unas pantallas llenas de vídeos que captan toda su atención.

¿Cómo se ha podido perder algo tan bonito como jugar con los amigos y amigas y compartir momentos felices?

A mi memoria vienen recuerdos de una infancia inmensamente feliz.

Calles llenas de niñas y niños jugando al escondite. Un grupo salta a la comba mientras cantan una bonita canción; justo a un lado, en otro grupo, unos niños no paran de correr y uno de ellos no para de gritar “mis hijos”.

Pero el juego de moda son los cromos. Una montaña de pequeños papeles con dibujos colocados del revés tienen que voltearse dando solo una palmada hueca sobre ellos. Aún conservo los míos.

Y los recortables, lindas muñecas de papel que había que recortar junto con su ropa para después vestirlas y poder jugar.

Aunque también pasábamos muchas horas jugando a las casitas. Cogíamos unas piedras de la calle y construíamos nuestra propia casa. Tardábamos tanto en hacerla a nuestro gusto que cuando íbamos a jugar ya estábamos cansadas.

Así transcurrían los días y cuando empezaba a oscurecer la calle se llenaba de gritos de madres reclamándonos para cenar. La cena se hacía en la calle. Un buen bocadillo de filetes y a correr otra vez.

Alegría, tranquilidad, ilusión; sensaciones que se respiraban y se sentían por nuestras calles de la infancia.

Y así éramos felices. Y así crecimos felices.

Eme.Ele

3 Comments
  1. Rafi 5 años ago
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    Eso digo yo donde esta infancia de nosotros jugar en la calle y disfrutar de la vida con las rodilla toda esconcha jejej precioso escrito

  2. Paqui 5 años ago
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    Qué bonito y qué razón llevas. En mi pueblo ha pasado lo mismo y aquí en la ciudad, ya ni t cuento. Hoy tienen de todo y muchas veces no saben a qué acudir. Son los tiempos. 😅Bss.

  3. Marijose 5 años ago
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    Que Bonita nuestra infancia

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