Entre flores

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Salió corriendo sin cerrar la puerta. Lo único de lo que se preocupó fue de que su hija estuviera con ella.

La mañana había pasado con toda normalidad. Hasta las tres no llegó a casa, donde se encontró con la situación de todos los días: una botella casi vacía ocupaba el centro de la mesa y un cenicero lleno de colillas la acompañaba.

No podía seguir aguantando aquella situación.

Solo tenía quince años cuando se dieron su primer beso.

Ella lo había visto con sus amigos en uno de los parques por los que paseaba con Ares, su labrador. No es que le hubiera llamado la atención desde un primer momento, pero el simple hecho de verlo cada día hacía que su corazón se acelerara con cada mirada que cruzaban.

Esteban. Ese era su nombre, aunque lo llamaba Tin.

El día que Tin la invitó a salir fue sorprendente. Una nota por debajo de la puerta de su casa fue el medio que usó para declararse ante ella y pedirle que le diera una cita.

Sin pensarlo dos veces aceptó. Esta sería la primera de muchas citas más y el comienzo de algo especial para ellos.

Pero lo que parecía tan especial poco a poco se fue torciendo.

Y con el primer aniversario llegó el primer guantazo.

El rimel de sus ojos recorría sus mejillas hasta llegar a su boca. Sus lágrimas hacían que solo distinguiera su silueta. Pero ella se siente bien. Se le ha ido la mano pero ya le ha prometido que no volverá a ocurrir.

No hay nada que las flores no arreglen según Tin.

Pero la paliza no tarda en llegar. Lo último que recuerda es el lejano sonido de la ambulancia.

Las flores no paran de llegar. Flores y más flores; paliza tras paliza; perdón tras perdón.

Hasta que un día su vida da un giro.

Después de una dura jornada de trabajo llegó agotada a casa. Tin estaba tirado en el sofá. Parecía inconsciente pero la botella medio vacía encima de la mesa delataba que estaba borracho.

No se lo pensó ni un instante y salió corriendo sin cerrar la puerta. Lo único de lo que se preocupó fue de que su hija estuviera con ella.

Ambas bajaron escalera abajo como si de una carrera se tratara hasta cruzar el umbral del portal.

Mas convencida que nunca se dirige a la oficina de policía. Su pequeña la mira con cara de no saber que ocurre, pero ella solo puede pensar en lo felices que serán cuando la pesadilla que lleva persiguiéndola tantos años termine.

Justo llegan a la puerta de la comisaría cuando alguien se acerca al coche y aporrea la puerta.

Es el. Es Tin. Ella abraza fuerte a su pequeña y con mucho valor abre la puerta del coche.

El ruido de un disparo alerta al policía que se encuentra justo enfrente de su coche.

El temor desapareció; por fin ha dejado de recibir flores y ahora tiene toda una vida para crear su propio jardín.

P.D. Con este escrito lo único que pretendo conseguir es alentar a aquellas víctimas de violencia de género a que pidan ayuda y denuncien. No es normal que cada día (porque es cada día) tengamos noticias de mujeres asesinadas, violadas o maltratadas. Algo estamos haciendo mal, y lo peor de todo es que cada día son más las víctimas.

Eme.Ele

3 Comments
  1. Es.cierto .Todas aquellas personas maltratadan no dudar ni un segundo en pedir ayuda.Ante de que sea demasiado tarde.muy bonito pero es penoso

  2. Macarena 5 años ago
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    Me encantaa!

  3. Penelope Molina Patiño 5 años ago
    Reply

    ¿Quizás es la educación que se da hoy en día a los hijos el error? no lo sé. Pero se deben tomar medidas y cambiar el código penal. Estos señores suelen ser reincidentes.

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