Cien pesetas

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Su cuerpo amaneció lleno de espinas. Cada una de ellas se le clavaba hasta lo más profundo de su ser, tanto que casi llegaban a perforarle el alma.

Pero, ¿cómo habían llegado hasta su cuerpo? Algún día llegaría a saberlo.

Ese día también lo hizo. Cogió su mochila y se fue al colegio. Sólo tenía siete años y el simple hecho de cruzar la puerta principal le daba escalofríos. Lo que se suponía que tenía que ser un bonito día en compañía de sus compañeros y compañeras de clase a ella se le hacía un infierno.

Justo al entrar su amiga la espera en la interminable fila del patio. El timbre que da la señal de entrada a clase suena fuertemente.

Entre esas cuatro paredes llena de pupitres se siente sola. Mira a su alrededor y no ve mas que un grupo de niñas y niños que hablan sin parar de cosas que para ella restan de importancia y una maestra dedicada a enseñar.

Allí no hay nadie que pueda comprenderla

Mientras abre su mochila llega la primera mirada. Acaba de verla. Se sienta justo detrás de ella, allí donde cada tirón de pelo es invisible a los ojos de los demás; allí donde cada susurro le provoca tal pavor que solo siente nauseas.

¿Por qué a mí? Esa es la pregunta que se hace día tras día.

Como si de una serpiente se tratara, se resbala por la mesa y se acerca lentamente a ella hasta que le da un golpe en el hombro. Al girar la cabeza la mira a los ojos. Su mirada es tan intensa que se puede leer en ella lo que quiere decirle.

Pero hoy no tiene nada que darle.

En la hora del recreo busca desesperadamente lo que ella le pide. Pero no lo consigue. Busca en su mochila; quizás mamá le dejó algo en el bolsillo pequeño, o tal vez tenga algo guardado de lo que su abuela le da de vez en cuando.

Pero no hay nada. Y ella ya lo sabe.

Como una posesa se acerca hacía ella. Sólo siente dolor en los brazos y pequeños tirones de pelo acompañados de frases sin sentido llenas de odio.

Pero justo cuando levanta su mano para golpearla se queda paralizada. Ahí está ella. Esa maestra que parecía no estar al tanto de nada ha estado analizando cada uno de los actos que se iban produciendo en clase y hoy, por fin, ha puesto punto y final a una larga pesadilla.

Ella quería dinero. Todos los días le pedía dinero y si no recibía lo que quería la amenazaba.

Hoy las espinas se han convertido en rosas; unas preciosas rosas que han ido creciendo tan fuertes como ella.

P.D. He de deciros que esta historia es real. Por desgracia hay muchos niños y niñas que sufren Bullying en silencio, algo que me parece surrealista que siga ocurriendo en el siglo en el que vivimos. Desde mi rinconcito de la escritura sólo pido que estemos atentos a las llamadas silenciosas que nos hacen los pequeños y pequeñas y que leamos entre líneas lo que intentan decirnos a voces.

2 Comments
  1. Consuelo Luza 5 años ago
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    Ufff por desgracia hay muchas y muchos asi k lastima se me parte el alma vamo y k bonito escribes mari 💋💋💋

  2. Antonia Silva Gomez 5 años ago
    Reply

    Pues si, cuantas criaturas hay pasandolo mal todos los días en el colegio, 😔

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