No te olvido; no me olvides

Una sola mirada me bastó para quedar enamorada de ti.

Un largo viaje lleno de aventuras estaba por llegar.

Comencemos por el principio.

La primera vez que te vi aún no vestías con manto blanco; justo lo contrario, un arcoíris de colores llenaba tus calles y el sol hacía que desprendieras una brisa que llegaba a ser asfixiante. Pero eso no impidió que me quedara contigo, eso hizo que quisiera volverte a ver.

Mis primeros días conociéndote no fueron nada fáciles. Una pueblerina que nunca se ha despegado de su familia se encuentra sola vagando por tus calles intentando no perder el rumbo, ¡qué difícil se vuelve la vida en algunas ocasiones!

Y es que todos los comienzos son difíciles, pero son estos mismos los culpables de que se construyan maravillosas historias.

Te encargaste de poner en mi vida personas que nunca olvidaré.

El primero al que tuve el placer de conocer fue a Manuel. Un hombre alto, corpulento, de pelo canoso y sonrisa picarona; a mí me recordaba a mi abuelo. Solo con su mirada podía transmitirme toda la bondad de la que se componía su cuerpo. Gracias a él pude compartir mi hogar contigo.

Pero no solo me presentaste a Manuel. A él se unieron muchísimas más personas; personas que apenas conoces pero que están dispuestas a ayudarte para hacer que tu día a día no se vuelva un caos y tires la toalla, sino todo lo contrario. Algunas de ellas todavía forman parte de mi vida, otras han ido desapareciendo, aunque siempre las recordaré, por muy corto que haya sido el periodo de vida que han compartido conmigo.

Eleazar, Carmela, Alba, Rosa; te encargaste de sellar estos nombres en mi corazón. Con el simple hecho de estar escribiéndolos ahora, se me vienen a la cabeza mil vivencias. Cuatro personas que fueron imprescindibles durante mi vida contigo. Ellas fueron las encargadas de llenar mi estancia de risas y cariño, de nuevas experiencias. Ellas me enseñaron a conocerte sin límites.

He de reconocer que también encontré piedras en el camino. Son las encargadas de recordarte que las cosas no se consiguen si no pones esfuerzo por tu parte. Esfuerzo y constancia que hacen que cumplas los objetivos que te marcas antes de marchar. Porque por eso me fui a conocerte, para lograr uno de mis sueños, trabajar el resto de mi vida rodeada de libros.

Cuanto he aprendido; cuanto me has enseñado. Antes de conocerte no conocía el concepto de soledad, aunque tampoco sabía que puedes estar rodeada de miles de personas y sentirte sola. Tampoco sabía que los amigos se cuentan con una mano y te siguen sobrando dedos, ni que estos dedos los ocupaban personas que ni si quiera habían estado agarradas a tu mano. Son tantas las emociones que florecen cuando empiezas a conocerte de verdad que da vértigo solo el pensarlo.

Pero el viaje se acaba. Y lo que comenzó siendo una historia llena de miedos termina siendo un camino recorrido lleno de valores recogidos. Y la niña que un día fue a conocerte regresa convertida en toda una mujer.

Me envolviste en tu magia y me diste sabiduría; con olor a jazmín de tus calles me hiciste sentir como en casa; gracias a las personas que me presentaste me llenaste de cultura; con la riqueza tu música engrandeciste mi corazón. Tengo tanto que agradecerte.

Siempre te llevaré en mi corazón, Granada.

Eme.Ele

P.D. Fotografía de entrada cedida por Alicia Molina de la Fuente. Os dejo enlace directo a su cuenta por si queréis disfrutar de su magnifica galería fotográfica @ali_molinaf